Luego está la justificación recurrente que se invoca cada vez que alguien te afea una conducta claramente reprobable; más antigua, mucho más, que la Patente de Corso: la Patente de Hijoputa. Y es que mientras quede un sólo hijo de puta en el mundo, tú tienes derecho a hacer el hijoputa todo lo que quieras sin que nadie te lo pueda reprochar.
¿Pagar yo el IVA de la reparación del lavavajillas...? Cuando los políticos dejen de robar todo lo que roban.