Jajaja. Sin ir más lejos, estaba el otro día haciendo sentadillas y vino un negro de metro noventa y hecho de puro acero a preguntarme que cómo funcionaba la jaula. Yo no daba crédito, porque el tío estaba muy grande y muy marcado. Resulta que se acababa de apuntar al gimnasio y hacía años que no pisaba uno. Si me llega a decir el cabrón que la genética no tiene nada que ver, le azoto con una pesa rusa (cuando se diese la vuelta y por la espalda, obviamente).