Arthur Koestler se preguntaba si había habido un "error" en la evolución humana. "El hombre muestra incapacidad para mantener relaciones armoniosas dentro de la familia, de la sociedad, de la nación, de la especie en general. Sacrificios de seres humanos, asesinatos rituales, guerras, asaltos, insultos, ocurren desde los albores de la humanidad hasta hoy".
En los años sesenta el doctor MacLean propuso su teoría de que en el Pleistoceno la evolución humana sufrió un traspiés. El cerebro habría evolucionado torpemente superponiéndose en capas. Sobre los dos antiguos y sucesivos cerebros de reptil y mamífero la evolución humana sobrepuso una corteza cerebral (neocórtex) sin coordinación adecuada con los primeros.
Esto habría dado paso a una especie desequilibrada, con una amalgama cerebral donde se mezclan instinto, emoción y razón. "Cuando un psiquiatra ausculta a un paciente, tiene en el diván a un cocodrilo, un caballo y una persona."
Así que tendríamos en la cabeza un procesador defectuoso capaz de concebir la Capilla Sixtina y Auschwitz o de matar a un semejante por celos. ¿Hay algo más reptiliano que el "mía o de nadie"?
Aunque la idea es atractiva la aparición de la tomografía por emisión de positrones, y la resonancia magnética echa por tierra esta teoría del cerebro triuno. La distinción estructural no existe y desde luego no es tan simplona como propuso MacLean.