Alguien tenía que decirlo y lo hizo el Comidista.

LAS TENDENCIAS MÁS IRRITANTES DE LOS RESTAURANTES MODERNOS

Camareros coleguitas, música a todo volumen, mesas corridas, dobles turnos... muchos restaurantes contemporáneos se han convertido en una pesadilla para el cliente.

-¿Eres de los que va a un restaurante para comer, charlar tranquilamente con tus amigos, dar las gracias e irte? Tu tiempo se acaba, antigualla. En el local contemporáneo todas esas actividades se ven restringidas por el diálogo obligatorio con los camareros o el cocinero. “Que te pregunten todo el rato si todo está bien me genera una presión enorme”, se queja Mònica Escudero. “Y no sólo por la comida: el ‘¿qué tal está todo, chicos?’ está a la orden del día”. Me sumo al lamento, y doy fe de que he pasado por sitios en los que he respondido “bien” a esa pregunta unas ocho veces mientras iban pasando por mi mente escenas de camareros torturados por diablillos en lo más profundo del infierno.

-Hasta que estalló esta burbuja de la 'alta cocina' (soberana tontería, solo hay buena o mala cocina) y cada chef de cada pequeño restorán de cada rincón de España con ínfulas de Sol Repsol se presenta cual sereno en mi mesa, para a continuación relatarme cómo su imaginación y vete tú a saber qué recuerdo de su infancia (mentira, porque vi el mismo plato en el menú de Quique Dacosta) le llevó a idear esa obra maestra que acaba de plantar en mi mesa y que, por cierto, se está enfriando. Así 15 o 20 veces. De paso aprovechará para contarme el por qué de ese amor desatado y visceral por la cocina (“¡soy todo pasión!”), sus planes de futuro, la maratón que está preparando y esa serie de Netflix que tanto le gusta. El colega”.

-El misterio de las raciones menguantes

Miras la carta y dices: anda, qué barato este sitio, ¡está en el centro de una gran ciudad, todo vale menos de 10 euros e incluso hay cosas que rondan los 5! Llegan los platos y uno lleva cuatro calamares fritos; otro, tres trocitos de berenjena, y otro, 100 gramos escasos de bravas chuchurrías. Bienvenidos al timo de las microrraciones, espejismo diseñado por las mentes más lúcidas de la restauración consistente en bajar los precios de los platos a costa de reducir al mínimo las cantidades servidas. Colmo de la ilusión óptica: cuando te lo sirven todo en platos de postre para que parezca más cantidad de comida. Colmo de la desvergüenza: cuando el camarero te dice que las exiguas raciones están pensadas “para compartir”.

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