Michelle Pfeiffer, si. Pero no Charlize Theron, Scarlett Johansson o muchas otras, que, a mí... Y, sin embargo, siempre me han gustado Cate Blanchett o Katherine Hepburn, algo con lo que no coincido con muchos amigos. No así Audrey Hepburn, tan proporcionada que me repele.
Dentro de esa salud y proporciones que comentas, existen diferentes tipos. Hay mujeres a las que les gustan los aspectos viriles a lo Statham y mujeres que se derriten con Jon Kortajarena. La deportista fibrosa y la mujerona de caderas anchas y pecho poderoso. Y unas no tienen por qué ser más saludables que otras. Es algo absolutamente subjetivo.
Pero es que, además, durante siglos, respecto de la belleza femenina, primó una más que evidente obesidad (y no, no hablo de caderas anchas y el instinto de reproducción; hablo de obesidad pura y dura). Hace 90 años primó la belleza de la mujer extremadamente flaca, con aspecto casi tísico. Hoy, a la famosa Twiggy de los 60 muchos le ofreceríamos un bocata y no serían muchos los pensamientos pecaminosos que tendríamos con ella. En el siglo XIX se alababan más los pies de las mujeres y de los hombres (cuanto más pequeños, mejor, por elegantes y delicados) que los escotes o unos antebrazos poderosos. Hoy, pocos hombres presumirían de un pie pequeño.
Los ejemplos que yo ponía no eran como los de Ajra. Poco que ver con esa degeneración a la que tú te refieres y más con criterios quasi-culturales (y por tanto, subjetivos). Ahí está el ejemplo de Lisboa. No creo que el gusto por el aspecto decadente y romántico de una ciudad como Lisboa sea fruto de degeneración alguna. O que alguien prefiera una música atronadora como el speed-metal frente a una balada de los Panchos tampoco me parece algo relacionado con degeneración alguna.
Creo que éste es un debate que no se puede dar en un plano teórico. Hay que llevarlo al terreno, pues es con ejemplos donde aparecen los argumentos, a mi parecer, más válidos.