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Protocolo: Invitado a una boda

Introducción

No vamos a andarnos por las ramas. Si habéis venido buscando ideas para vestir en la próxima boda a la que habéis sido invitados, no las vais a encontrar aquí. Porque, eso es importante que lo tengáis claro desde el principio, la vestimenta adecuada para asistir como invitado a una boda es lo más parecido a un uniforme con lo que os vais a encontrar en vuestra vida de adultos… civiles.

Las líneas maestras

Cuando no se indique un código de vestimenta específico en la invitación de una boda, la base del atuendo es un traje azul marino o gris marengo; con la única salvedad de las bodas de día, donde se puede aclarar el gris hasta un tono medio.

La camisa, blanca o azul claro, de puño sencillo o doble. Los zapatos, oxford negros lisos. El pañuelo, blanco, colocado al estilo presidencial: recto, paralelo al borde el bolsillo, asomando no más de un dedo.

La corbata admite algo más de tolerancia pero, cuidado, no queréis proyectar toda vuestra reprimida creatividad en el único elemento que lo hace. Tejido liso o grenadine; colores sobrios; tonos medios u oscuros; sólida o estampada con un patrón repetitivo de pequeño o muy pequeño calibre.

Camisa de puño doble o "francés"
Camisa de puño doble o "francés"
Zapato oxford
Zapato oxford
Pañuelo recto o "presidencial"
Pañuelo recto o "presidencial"
Corbata en tejido "grenadine"
Corbata en tejido "grenadine"

El concepto

Llegados a este punto, ya habréis intuido que la clave está en el minimalismo. Eso es especialmente importante; no para elegir, apenas hay nada que decidir, sino para conocer. Para ser conscientes de cuánto nos estamos alejando del atuendo ideal para este tipo de eventos; en su caso.

Porque, en contra de lo aplicable a tantos otros órdenes de la vida, la ignorancia no es un atenuante; ni siquiera algo irrelevante, como en lo concerniente a la observación de las leyes, por ejemplo. Es un agravante. Y no pequeño. ¿Te vas a saltar las reglas? Ten claro cuáles y, sobre todo, cuánto.

Así, con ese criterio basado en la sencillez, sencillo en sí mismo, podemos evaluar por nuestra cuenta, de manera objetiva e intuitiva, lo más o menos apropiado de las diferentes alternativas que sin duda nos vendrán a la cabeza a modo de tentadoras escapatorias. En caso de duda, la respuesta es no.

Hacedlo o no lo hagáis, no son normas de obligado cumplimiento, pero no busquéis coartadas, cómplices ni aliados. La indiferencia es la única motivación mínimamente digna. La rebeldía no lo es cuando no lleva aparejado un coste para el transgresor.

Ejemplos prácticos

Complemento a lo anterior, a modo ilustrativo, pondremos una serie de ejemplos para ayudar a comprender la gradación de esa especie de escala de desobediencia a la que aludíamos de manera implícita.

¿Os preguntáis si un zapato de doble hebilla, elegante y distinguido más allá de toda duda, es apropiado? Pues bien, Está muy lejos de serlo. Varios grados con respecto al punto de partida: un oxford negro liso. Dos hebillas son más que una sola; que a su vez es más que los cordones; por no mencionar la pieza superpuesta que cubre parte del empeine. Mucho más cerca estaría un derby liso; independientemente de si un derby en sí mismo se considera, acertada o equivocadamente, esa no es ahora la cuestión, más o menos elegante o formal que un doble hebilla.

Una corbata con motivos paisley de tamaño medio estaría fuera, debería estar claro a estas alturas, pero más lo está una paisley toda ella. Un pañuelo con microtopos más cerca que uno con flores, por ejemplo. Una camisa de cuadro-línea más que otra de vichy. Y así sucesivamente. No es difícil. Pensad en ello como en uno de esos test psicotécnicos que pretenden evaluar el razonamiento lógico.

Importante tener presente que “más cerca” no equivale en modo alguno a admisible. No os hagáis trampa.

Zapato doble hebilla o "monk"
Zapato doble hebilla o "monk"
Zapato derby o "blucher"
Zapato derby o "blucher"
Corbata con motivos paisley o "de amebas"
Corbata con motivos paisley o "de amebas"
Corbata paisley o "cachemir"
Corbata paisley o "cachemir"

Lidiando con el demonio de la vanidad: Cómo destacar sin romper las reglas

Sí. No cabe duda de que seguís leyendo con la esperanza de encontrar un epígrafe tal que este que a continuación os presentamos. Lo sabemos y no os vamos a dejar tirados.

No se puede obviar que una boda es a día de hoy, si es que no lo ha sido siempre, un evento donde mostrarnos ante los demás con la mejor estampa que somos capaces de dar. Sin las restricciones de índole práctica del día a día ni los prejuicios asociados al cultivo de la propia imagen. Ahí está la raíz del error en el que incurren una mayoría de invitados que acaban convirtiendo el acto, en sus últimas consecuencias, en una suerte de fiesta de disfraces donde cada uno se siente legitimado para dar rienda suelta a su ingenio estilístico o tal vez copiar el atuendo de sus ídolos mediáticos preferidos en apariciones públicas que poco o nada tienen que ver con una ceremonia como ésta; ya sea religiosa o civil. En el peor de los casos, parodiando con escaso respeto usos y estilos que ni siquiera serían apropiados en su correcta y justa ejecución.

Podemos afirmar que estamos asistiendo a un proceso degenerativo en toda regla. Del objetivo legítimo de resultar atractivos se pasa a la ambición de brillar y finalmente, como inevitable claudicación, al simple afán de llamar la atención.

Así pues, recuperemos la idea original. Porque si nos paramos a reflexionar, a veces perdemos de vista precisamente lo más lo evidente, ¿quién no quiere verse guapo? Dejemos el ingenio para la conversación. Esa es la combinación y no a la inversa.

Bien. Después del extenso preámbulo, imprescindible para tomar conciencia de la realidad tal cual es, pasemos a ver qué tenemos que hacer para lucir seductores en un traje. En un traje en general. Porque a eso se reduce todo cuando hablamos de estar guapos en una boda. La inflexible escasez de opciones a la hora de elegir las prendas no ha de verse como un obstáculo sino como una ventaja. La ventaja de invertir todas nuestras capacidades, talento, tiempo y, por qué no, dinero, en la búsqueda del fit perfecto. El fit adecuado a nuestra planta.

Por lo demás, los consejos generales a la hora de vestir un traje son exactamente los mismos aquí. Chaqueta que cubra el trasero en su totalidad o casi, con solapas de cierta anchura, al menos no estrechas, las mangas dejando asomar uno o dos centímetros el puño de la camisa; corbata de entre 8 y 9 centímetros de pala en lógica consonancia con la corpulencia del sujeto en cuestión, al igual que las solapas, con el nudo bien hecho y ajustado; camisa sin bolsillo ni logos, con las mangas llegando justo hasta donde empieza la mano: un centímetro más allá del hueso prominente de la muñeca; pantalón de tiro medio o alto, para que no se perciba mucho espacio entre el único botón de la chaqueta que se abrocha y la cintura, con los bajos dejando ver la práctica totalidad del zapato pero no el calcetín…

Pero nada de esto último nos hará más atractivos, realmente. Son sólo requisitos que hay que cumplir sin prestarles más atención que la imprescindible; a la hora de elegir la prenda o encargar los arreglos pertinentes. Así que volvemos al fit. El factor decisivo en el que debemos concentrar todos nuestros esfuerzos. Por encima de todo lo demás. Incluso una alta calidad de tejido y confección carece de valor si no está al servicio del ajuste adecuado. La caída, la dinámica, la recuperación. Sólo unas pocas personas serán capaces de disculpar un fit no óptimo en favor de unas características constructivas de cierta excelencia y, creedme, no es ese el tipo de personas a quienes queréis gustar.

Entonces. ¿Qué es el fit? ¿A qué nos referimos cuando hablamos de él?

Para empezar, es imperativo pedir disculpas por el anglicismo. Nada más lejos de nuestra intención que arriesgarnos a ser acusados de esnobismo, pero a veces ocurre que la palabra que buscas, por la razón que sea, no existe en tu propio idioma y entonces no queda más remedio que importarla. En este caso concreto, ese vocablo contiene un significado tan preciso y a la vez pleno de matices que para esquivarlo tendríamos que articular una letanía insufrible. Tomémoslo como un conjuro, entonces.

El fit hace referencia a la manera en que una prenda o conjunto de ellas interactúan con nuestro cuerpo para dotarlo de la silueta más favorecedora posible. Así, no buscamos un fit específico sino el que más nos conviene. Tanto estática como dinámicamente. Se trata, básicamente, de parecer más esbelto. Para ello, en términos generales y en una mayoría de situaciones, las personas muy delgadas tendrán que parecer más gruesas y aquellas con sobrepeso o una musculatura especialmente desarrollada, más delgadas. Se trata de movernos en esa dirección de la manera más natural y discreta posible. Veladamente. La magia no existe, pero sí los prestidigitadores. Ese es el ámbito en que nos movemos. El truco ha de ser invisible al ojo.

El fornido actor Daniel Craig con un fit muy favorecedor

Conclusión

Es muy sencillo acudir adecuadamente vestido a una boda, sin mayores pretensiones que las de retratarse como una persona que conoce y acata las convenciones y códigos de su entorno. No hay excusa si lo que se pretende es quedar bien, social o profesionalmente.

Si sentís que no os favorece, esforzaos un poco más en la búsqueda. Si os parece que no favorece a nadie, probablemente tenéis un problema de percepción que, también con empeño, se puede corregir.