La edición estadounidense de Esquire no está nada mal. Fielden, el director, tiene gracia a la hora de escribir y, pese a su antitrumpismo impenitente, es bastante variada. Hace unos años hojeé la edición española y, aunque sé que ahora la lleva la rama española del grupo Hearst, dejaba mucho que desear.
También he comprado algunos números de Monocle, pero me parece bastante insulsa. Probablemente no sea el lector al que se dirige ese tipo de publicaciones. No obstante, les recomiendo, además de la primera, Atlantic. Y si quieren rememorar una época apabullante, les recomiendo que se hagan con una copia digital de los Playboy de los setenta. Sí, ya. Pero donde hay pelo hay alegría.