La casa Loewe hoy ha sido reducida a una simple marca que delira por el mundo intentando meterse en los roperos de analfabetos con parné. Pero esta casa fue grande hasta que la atrapó un francés que ignora los códigos de lo que gobierna en una historia mil veces repetida. El mundo conoce al Cid Campeador por la obra de Corneille. Claro que los actuales propietarios de la pobre Loewe no son Corneille, ni saben que existiera un estilo Loewe.
Así que compartiré mi visión de un aspecto mínimo en el gran, enorme legado estético de esta empresa a ver si algún confeccionista se anima a recuperarlo.
Y digo gran porque fue múltiple. En realidad, no había un diseñador en Loewe sino multitud de consultores que cambiaban de año en año y que incluyeron a la práctica totalidad de los grandes nombres de los años 70 y 80, sobre todo en moda femenina. El diseño masculino se tendía a hacer en casa y por ello el estilo es más estable. Hoy hablaremos de una prenda que Loewe fabricó poco, pero a conciencia: el polo.
Empiezo con una foto de lo que hoy nos vende el francés, y que se comenta sola



La escasa calidad actual es más visible en el siguiente ejemplo, de dos botones, poniendo Le Logó bien grande y de color chillón, porque es lo que venden, Logó hasta en el cordón protector del cuello, aparte de una muy vulgares tela y confección en comparación con lo que había.




Este ejemplo, anterior en unos años, también es del francés, pero aún mantiene los cuatro botones originales de Loewe, aunque cosiendo el final de la botonadura. Obsérvese como el logo es menos ostentoso, porque la casa siempre lo bordaba en el color de la tela, mientras que la confección tiene mayor calidad: en lugar de un cordón de cuello hay un forro.


Y aquí está un polo de Loewe previo al francés. Atención especial merece la calidad de la confección y, sobre todo, de la tela, hoy inencontrable, y a la que las fotos no hacen justicia.

Se trata de algodón egipcio, pero no de cualquier clase, sino “puro Karnak”. En esa ciudad se producía el mejor algodón, pero solo de forma esporádica, cuando las crecidas del Nilo lo permitían. Apenas una cosecha cada década, de la que se obtenía un algodón finísimo, de color tierra, con un tacto delicado y a la vista aún más lucido que la seda. El “puro Karnak” ya no existe como materia prima, arrasado por la terrible crisis del algodón egipcio, que hoy apenas alcanza el 10% de la cantidad que llegó exportar.

El diseño se distingue por los cuatro botones, en lugar de los más habituales tres. En segundo lugar no tiene cosido el bajo de la botonadura, sino plegado, de modo que se abre por completo. El logo es muy discreto, mide la mitad que el actual y va bordado en el color de la tela. La ausencia de etiqueta normalizada y otros elementos permiten datar este polo antes de 1988.

La historia del diseño español debería de tener sus Anales y su Academia, pero solo tenemos algunos foros en los que cambiar opiniones. Así nos va, mientras asistimos impávidos a la extinción de las últimas ovejas merinas, que por ahí han usurpado como Merino, nombre de un Cargo municipal y no de una oveja, por mucho que añadan Extrafine. Seguramente nos lo merecemos por no haber hecho, cuando pudimos hacerlo.

Qué destino, contarle a los nietos que asistí al nacimiento de internet y al último rebaño de ovejas merinas.