Es cuestión de pararse a analizar dejando por un momento al lado la comodidad del pan y circo. En la piel de los mandatarios y poderosos, protegidos por la sempiterna y omnivalente excusa de la democracia: ¿quiero un clientelismo que anule la voluntad, la conciencia y la dignidad de los seres humanos, perpetuándome de este modo en el mando y el poder?

- Pues vamos a convertirlos en inútiles mediante una educación sesgada a nuestro favor, reduccionista e hiperespecializada, además de hiperpermisiva impidiendo el sano y necesario desarrollo del sentido de la responsabilidad que ha de caracterizar a cualquier adulto; para que en el futuro no puedan valerse por sí mismos y dependan de nosotros ya sea con ayudas económicas directas o con empleo público.

- También vamos a propugnar la invalidez y el arcaísmo de la institución de la familia, para que no puedan recurrir a la fuerza y el apoyo que esta institución posee y brinda y, a la postre, dependan de nosotros ante cualquier problema o vicisitud vital para los cuales no estarán preparados por haber recibido la educación citada en el punto anterior. Y de bonus justificamos la inmigración masiva porque si no hay familia tampoco hay natalidad, y claro está que... ¡hay que pagar las pensiones!

- Además, como colofón, vamos a arrebatarles y despojarles de una cualidad esencial del ser humano como es la espiritualidad. Que únicamente se pueda satisfacer la dimensión/necesidad espiritual a través del culto a la democracia y el empirismo (las actuales idolatrías), de los cuales somos representantes nosotros los mandatarios y poderosos.