Iniciado por
Hugo Esparza
Las disciplinas más constructivistas suelen defender la antigua idea griega de la 'tabula rasa' a través de la que se proponía que el ser humano llegaba al mundo desprovisto de conocimiento alguno, como un folio en blanco en el que se imprimirán los aprendizajes que vaya adquiriendo a través de la socialización... Pues bien, el caso es que toda la literatura científica apunta justo a lo contrario, pero movimientos como el feminismo insisten en que los patrones a los que haces referencia son un constructo social, cuando no una imposición del patriarcado. Asumen con frecuencia que elementos que ellas consideran injustos o desiguales son, como digo, un constructo social, porque eso les permite poder entretener la fantasía de que se puede cambiar. Y sí, naturalmente buena parte de nuestras preferencias, temores, intereses, responde a los procesos de socialización a los que nos exponemos desde que nacemos, pero hay una afirmación que conviene tener en cuenta por mucho que escueza a esos sectores de la población: El ser humano es un animal.
En el mejor de los casos, algunas de estas personas partidarias de los planteamientos más constructivistas, compartirán que el ser humano es un animal, pero solo hasta el cuello, del cuello para arriba ya no, todo es social y cultural, y esa afirmación no se sostiene de modo alguno.
Somos el resultante del forcejeo que se da entre nuestra biología (genética, hormonas...) y nuestra socialización, y descuidar cualquiera de estas dos influencias con tal o cual fin solo nos conducirá a no entender nada en absoluto.
Con toda esta perorata trato de responder que; no, las estrategias reproductivas, en su esencia, no pueden cambiar. Naturalmente la cultura, las condiciones sociales pueden influir en ella, exagerándola, como señalo en el vídeo, pero el 'andamiaje' siempre seguirá siendo el mismo. Estamos diseñados para sobrevivir y replicarnos en un entorno paleolítico, que ha sido este el escenario en el que el homo sapiens ha vivido alrededor de los últimos 200.000 años, sin tener en cuenta sus otras fases evolutivas en las que sí, también vivió de la caza y la recolección.
De modo que nuestros instintos responden (todavía) a lo que en ese momento garantizaba mayores probabilidades de supervivencia y replicación. Comparado con toda la historia del ser humano, o de los homínidos, este modelo en el que pueden convivir millones de personas en una ciudad, conectadas a través de internet con todas las particularidades que eso supone, es un suspiro reciente absolutamente anecdótico, con ninguna capacidad para influir en nuestros instintos ancestrales.
A pesar de que sí, hasta cierto punto las preferencias de ambos sexos pueden variar en función del entorno: Por ejemplo, los hombres Kung muestran una preferencia por las mujeres con cierto grado de obesidad y acumulación de grasa en las nalgas, porque estos son signos 'saludables' en un ambiente en el que los recursos escasean, cuando en la mayor parte de culturas una relación de 8/10 entre cintura y cadera se considera como lo más atractivo para el cuerpo femenino. Algo parecido ocurrió en la posguerra española, en la que se les llamaba 'guapo' o 'guapa' a personas que tenían un evidente sobrepeso.
Pero en sí, la estructura de las estrategias reproductivas tienen un margen para la flexibilización bastante limitado, el ser humano es el que es. El hombre siempre buscará en la mujer juventud, belleza, salud, fertilidad, y ciertas garantías de que será una buena progenitora, si es que aspira a ser su compañero. Y la mujer siempre buscará en el hombre fortaleza, seguridad, capacidad de influencia, y garantías de que es capaz de conseguir recursos. Aunque estas particularidades puedan mutar en cuanto a de qué modo se expresan en función de la cultura, en esencia atienden a lo mismo.