La verdad es que, conscientes o no, la maniobra que han pergeñado es totalmente disruptiva. Desde el momento en que el propietario de la marca decide inscribirla en el dial, ¿quién puede decir que no sea un Omega…?

Lo que pasa es que en esto de los relojes la afición lleva a una inmersión absoluta por parte de buena parte de los compradores, pero con el resto de objetos (una abrumadora mayoría), las cosas son de la marca que ostentan (siempre que no se trate de una falsificación, se entiende; que no es el caso, por otra parte).