A ese temor añado el ir a alguna casa en la que hay animales, de la que sales llenos de pelos te sientes donde te sientes.
Yo para salir de noche, según donde vaya a ir, me pongo ropa a la que le tengo menos aprecio, especialmente los zapatos.
En verano en una discoteca a una se le calló un vaso que me mojó desde el culo hasta dentro del zapato, toda la pierna. Menos mal que habíamos ido en taxi, que si hubiera cogido yo el coche me veía conduciendo en calzoncillos...
Quien no se haya sentado alguna vez al lado de un crío que come spaghetti con tomate, no sabe lo que es pasar la velada con miedo, pendiente de ese tenedor que da vueltas en el aire como un aspersor..
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Me están entrando escalofríos...