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Jopo de Pojo
Si le parece bien, don PVP, troceo su intervención, muy interesante, para responder con mayor brevedad.
A mi juicio, los términos fascismo y fascista se han usado y se usan de tal manera que prácticamente han perdido su significado específico, de ahí que ---en mi caso--- prefiera emplearlos en su acepción más estricta. Sin embargo, se trata de una elección personal.
Precisamente por esa razón veo tan complicado aplicar esos términos de un modo tan general. En 1919 se trunca un modelo geopolítico y geoeconómico, y la hegemonía europea entra en proceso de disolución. Esos movimientos obreristas que usted menciona con acierto son muy interesantes porque plantean una doble dialéctica: por una parte, intensifican su conciencia de clase y sus reivindicaciones económicas en un contexto de depauperación general, y por otra, unen sus aspiraciones a las de una pequeña burguesía empobrecida tras cuatro años de guerra. Tampoco conviene dejar de lado la política disgregadora que se impulsó desde Estados Unidos y que reconfiguró todo el continente ni tampoco el énfasis en lo nuevo que se instala en todas las esferas de la vida. La guerra había sido tan destructiva que había que crear un nuevo mundo. Y eso pasaba por una nueva sociedad, una nueva economía y un nuevo país.
Sí. Como ve, la única diferencia que mantenemos usted y yo es de tipo terminológico.
Más que fascistas, diría que son, como usted bien indica, gobiernos "nacionalistas, autoritarios y contrarrevolucionarios". Precisamente, al ser contrarrevolucionarios, eliminan la diálectica de clases y propugnan un modelo corporativista. Que durante el franquismo se hablase de democracia orgánica (ojo al adjetivo) y se pretendiese estructurar la sociedad con la terna familia, municipio y sindicato no es casual. En mi opinión, lo que se nos viene ahora es un sistema distinto, mucho más flexible y oportunista, que ya veremos cómo se va articulando.
Le agradezco mucho sus recomendaciones. Emilio Gentile es un gran historiador. Vale la pena leer toda su obra por su manera tan innovadora de analizar el fascismo, al que considera un modelo político experimental (es decir, en curso, no acabado, como pudiera serlo el régimen soviético).