Iniciado por
Jopo de Pojo
EL FINAL DE LA INOCENCIA (Siniestro Total, Menea el bullarengue)
Mi primera visita a Madrid estuvo a punto de valerme una buena bofetada por parte de don Víctor, padre salesiano y profesor de filosofía en COU (excelente persona y mejor maestro). Les cuento: mediados los ochenta, vi con unos amigos de bachillerato este vídeo en La bola de cristal. Uno de mis colegas, que tenía una hermana muy moderna ---no muy agraciada, pero ese es otro cantar---, saqueaba a placer su colección de singles. Verdaderas joyas: desde el primero de Aviador Dro al Obediencia de Caligari pasando por el Ayudando a los enfermos, de Siniestro. Mientras nuestros compañeros de clase se dividían en jevis castizos y chuflas pasteleros, nosotros nos jactábamos de estar en la cresta de la cola. Pero voy al tema: un sábado, entre legañas y acné, vimos esta maravilla en la tele. Durante semanas canturreábamos la canción. Poco después, José Miguel López, en Discópolis, nos desvelaba que el Kwai existía y que estaba en Madrid. Dos años, dos, pasamos fabulando sobre aquel maravilloso lugar y nos prometimos que algún día lo visitaríamos. Cuando nos dijeron que el viaje de fin de curso ---un maravilloso periplo por España--- recalaría en la capital, no nos lo pensamos dos veces: ¡al Kwai! Contamos los meses, las semanas, los días y, llegado el momento, nos zafamos de una visita al museo de arqueología y corrimos Génova arriba, doblamos por Santa Bárbara y, allá por Fernando VI, dimos con el bareto. Una tasca asturiana. Ni los Siniestro, ni nuevaoleros, ni nada: una tragaperras, una barra mugrienta y un tipo bastante malencarado que nos puso unas pechuguitas. ¡Ay, las pechuguitas! Unos vasos de tubo con un par de hielos que llenaba de DYC hasta arriba y que coronaba con un dedo de Cocacola desventada. Pagamos, bebimos... Y no me acuerdo de cómo regresamos al hotel.
Hace unas semanas volví a Madrid. Pasé por Fernando VI de camino al despacho de Roberto. Su recibimiento me hizo olvidar el pesar que sentía.