Esa dureza es el lienzo que hay que domar, como los zapatos: poco a poco se van amoldando a ti, no solo a tu cuerpo sino a tus actividades y movimientos que empiezan poco a poco a dibujarse en el tejido, generando esa personalización que se manifiesta en los sitios de desgaste, en los cambios y matices de color fruto de la decoloración natural del denim, los lavados, en fin.
Evidentemente hay que ser paciente: de nuevos pueden ser ásperos pero el tiempo y uso se encarga del resto... Si los dejas guardados, nunca llegarán a madurar que es cuando realmente se disfrutan: es un proceso, que vale la pena si estás dispuesto a ello.