En mi caso, no tengo prioridades. Voy a salto de mata y según como me dé el viento. Ahora me toca más escribir que leer, pero quizá los libros sean mi gasto más recurrente. Y como vuelvo a darle la tabarra a don Roberto, tal vez lo sea también la ropa, aunque la gente con la que salimos pasa bastante de esa cuestión.